El Cura Brochero y los Nores Bas, una larga amistad.





Tierras brocherianas: Mapa de Córdoba de 1866. Se pueden ver las Sierras Grandes y Chicas y el Valle de Traslasierra donde solo hay algunas capillas que marcan lugares que tendrían pobladores y donde notoriamente, y a diferencia de los alrededores de Córdoba, no hay caminos. Tres años despues, en estas soledades se va a instalar el “Cura Brochero” en un paraje donde se estaba desarrollando la Villa del Tránsito en la confluencia de los rios Mina Clavero y San Lorenzo (Panaholma). A comienzos de la década de 1880, el Santo Cura y sus paisanos ya habían mejorado antiguos caminos de herradura para cruzar las Sierras Grandes y la Pampa de Achala pero que seguían siendo precarios. Despues de mucho insistir, finalmente Brochero consigue que el Gobierno Provincial construya un camino apto para el tránsito de animales. Segun cuenta Bischoff en su libro sobre Brochero, el camino se termina en 1883 y comprende el trazado a partir de la Cuesta Los Algarrobos, remontando las Sierras Grandes para luego atravesar la Pampa de Achala por Loma Pelada hasta San Miguel, y descender hacia el valle por la Cuesta de Argel  llegando a la Estancia La Granadilla. El comisionado, Don Toribio Aguirre, revisa la obra e informa al gobierno que el camino ha sido muy bien realizado, proponiendo que se continúe badeando el Río San José y cruzando las Sierras chicas por la Quebrada de San Ignacio para poder acceder a la llanura y llegar facilmente a Córdoba, ya que para esos años ya existía el “Camino de La Lagunilla” que comunicaba la Falda de Quiñones con la Ciudad. Con la aprobación de la construcción de la segunda etapa en 1884, se completa el camino por él que tanto renego y que tantas veces recorrio el Santo Cura.



San José Gabriel del Rosario Brochero y nuestros bisabuelos Nores Bas fueron contemporáneos, pero además, cultivaron una larga amistad entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. 

En noviembre de 1869, tres años despues de ser ordenado presbitero, el Cura Brochero fue designado a cargo del Curato de San Alberto, un extenso territorio en el valle ubicado atrás de las Sierras Grandes donde vivían una decena de  miles personas distribuidas en pequeñas poblaciones y asentamientos. Por esos años la zona del Valle de Traslasierra era inhospita y la gente sobrevivía a duras penas sin caminos ni escuelas. Este panorama llevó a que el cura agregara a su misión pastoral la función de referente social dedicando su vida no sólo al alma sino también al cuerpo de sus feligreses. Instalado en la Villa del Transito dirigio desde alli toda su actividad: capillas, escuelas y un montón de obras civiles, siendo una de las más destacadas la construcción de un camino a Cordoba que los sacara del aislamiento y que fue realizado en sus comienzos con el trabajo de sus paisanos pero ya para 1883/84 fue mejorado y finalizado por el gobierno de su amigo, el Gobernador Juarez Celmán. Era un camino para el tránsito con animales que el Cura recorría frecuentemente y posiblemente esto llevó a su amistad con nuestros bisabuelos ya que en esos tiempos Manuela habia heredado de su padre una importante estancia en Falda de Quiñones, en donde su familia pasaba muchas temporadas. En la estancia había una capilla de adobe que al ser destruida por un incendio a principios del siglo XX fue reconstruida con mejores materiales, dedicándose a la Virgen del Carmen.  



El “Cura Brochero” y “Malacara”: fotografía de fines del siglo XIX del Santo Cura y su mula con quien recorría los senderos y serranías del Valle de Traslasierra, llevando su obra y su mensaje a los paisanos del curato. A la derecha, Capilla de Falda del Carmen en 1915, que vio pasar tantas veces al Santo.



El cura Brochero era conocido en todo Córdoba. No hacía acepción de las personas y como tenía su gracejo, pudo tener una muy buena relación con la gente. Se acercaba a sus feligreses más humildes y necesitados, a tal punto que se contagió de lepra por no desairar y tomar mate con un enfermo, vecino de la Villa del Tránsito a quien acompañaba en sus soledades. Pero también se codeaba con la alta sociedad de la Ciudad, a quienes dirigía sus continuas  “pedigüeñadas” para lograr algo más para los habitantes de su curato y su obra, y de ahí que es conocida su expresion “has una gauchada, caramba”, al dirigirse a su amigo, el gobernador Juarez Celman. Dentro de su amigos cordobeses estaba el matrimonio Nores Bas, nuestros bisabuelos. No tenemos información de cuando se inicia la amistad pero un indicio es documentado en el libro “Brochero, pregonero del amor”, donde Evangelina del Forno relata historias que le contó Esther Nores de Avila, nuestra tía memoriosa, que las había escuchado de chica en su familia. Desde poco despues de estar instalado en Traslasierra y durante los primeros años de los 70 del siglo XIX, el “Sr. Brochero”, como le decían los cordobeses, recorría el camino hacia a Córdoba trayendo a sus paisanos de Traslasierra para los “retiros” y su “amigo”, el bisabuelo Narciso, le prestaba un terreno con pasto y agua para que dejaran las mulas y caballos por el tiempo que duraban los eventos. Este terreno, una plaza de carretas donde estaba instalado el primer Mercado Sur, estaba cerca de la casa de Manuela y Narciso, al 38 de la calle Corrientes, lo que posiblemente haya favorecido su acercamiento. Otra pintoresca historia contada por la tía Esther relata que a principios del siglo XX Manuela, ya viuda, vivía con su hija Tomasa casada con Secundino Rey y cuando el buen Cura andaba por Córdoba pasaba por la casa para decirle: “Doña Manuela, hoy vengo a almorzar”, porque era una tradición que la bisabuela le preparara “pescado”, su plato preferido. Esto se dio hasta que el “Cura” se enfermó y no quiso pasar más por lo de sus amigos por miedo a contagiarlos. 

Esta cercana relación, no solo entre el Cura y los bisabuelos sino también con sus hijos, puede ser observada en una carta que fue publicada en una recopilación de documentos del Cura realizada por la Conferencia Episcopal Argentina. 



Es un deleite leer la carta y es un fiel reflejo de la personalidad del Cura. Es intimista y usa un lenguaje muy campechano, particularmente serrano o gauchesco. Está dirigida a su amigo Antonio Rivero y saluda a su señora Pilar, por nuestra tía Pilar Nores Bas, y menciona su plato favorito: el “pescado”. También nombra al Dr. Nores (Antonio Nores Bas) y a su suegra (Isabel Berrotarán de Martinez) a los que llama “sinverguenzas” y que, descontando que en esos tiempos el término no debe haber tenido la connotación que tiene hoy, es una indicación del grado de cercanía que tenía el Cura con nuestra familia. En la carta le pide a su amigo Antonio que lo ayude para mandar unos quesos de Traslasierra a Buenos Aires, de los cuales seis piensa usar para pegarle en el codo al presidente de la Nación, el cordobés Figueroa Alcorta para que “afloje la bolsa” para construir el ramal ferroviario entre Soto y Villa Dolores, obra que para el Cura fue su más preciado anhelo pero que no llegó a ver en vida. La carta está fechada en 1906, un par de años antes del retiro del Cura, que ya muy enfermo se va a vivir a Río Primero con sus hermanas. Otra anécdota familiar que nos muestra no solo la familiaridad con el Cura sino también su personalidad es relatada por un bisnieto de Pilar, Enrique Quintana Crespo, quien la escuchó en su familia, y dice que cuando Brochero venía de visita, su bisabuela mandaba a sus hijas, niñas aún, fuera de la sala porque el Cura era muy “mal hablado”. Estos relatos nos hablan de una amistad de más de 30 años entre el Cura y los Nores Bas.


Tomas Nores Caballero y Gustavo Nores Moyano


Notas:

Bischoff, Efraín U. 1977. El Cura Brochero, un obrero de Dios. Página 214. Ed. Plus Ultra.

Del Forno, Evangelina. 1996,. Brochero, pregonero del amor. Páginas 42-46. Ed. Logos.

Conferencia Episcopal Argentina (Eds.). 1999. El Cura Brochero, cartas y sermones. Páginas 596-598.


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