Nuestras familias piamontesas.
El Piamonte
Aunque en Noetinger se radicaron inmigrantes de varias nacionalidades, la mayoría eran italianos y muchos de ellos venían de la zona del Piamonte. Todas las raíces de Esther son piamontesas y los pueblos de orígen de sus abuelos estaban a distancias menores a 10 kilómetros. Cuando se instalaron en la zona rural de Noetinger, sus vecinos también eran piamonteses. Se formaron comunidades relativamente cerradas, donde los matrimonios se realizaban entre vecinos y hasta mediados del siglo XX, solo se hablaba el piamontés. Aunque con el tiempo el dialecto se fue perdiendo, en nuestra familia cercana seguimos usando algunas expresiones. Decimos “partuma mare/pare” (vamos madre/padre) cuando nos queremos ir o “varduli chuzot” (mira lechuza) cuando señalamos algo que nos sorprende.
No tenemos mucha información de nuestros piamonteses. Los que vienen a Argentina son los abuelos de Esther, en los últimos años del siglo XIX. Los paternos vienen siendo chicos con sus padres y se radican fuera de Noetinger, que todavía no se había formado. Los Ramonda son de Busca, más precisamente del Bosco de Busca, un zona boscosa a medio camino a Caraglio y en los primeros años de 1890, se instalan en “El Trébol” en la provincia de Santa Fe, un pueblo recien fundado que recibía muchos inmigrantes. Los Chiochia son de Caraglio, a cinco kilómetros del “Bosco” y se radican en “San Marcos”, otra de las nuevas poblaciones, que se estaba formando alrededor de una estación del Ferrocarril Central, en las cercanías del paraje “Chacras”, ya presente en el mapa de 1866. Unos años después, alrededor de 1912, aunque no sabemos dónde y cómo se conocieron, ya que vivían bastante alejados, un Ramonda, Pedro, se casa con una Chiochia, Lucía y compran una parte del campo “Santa Margarita”. Se instalan allí como agricultores, viviendo en una casa que ya existía en el lugar pero que se dice era muy precaria pero con el tiempo construyeron una mejor, a la que llamamos la “Casa del campo”, y que, en 1931 año de su inauguración, debe haber sido destacada. Es posible que toda la familia Chiochia se halla radicado en Noetinger, porque todas las hermanas de Lucía, ya casadas, se instalan alli.
El abuelo materno, Federico Cucchietti es de Dronero y viene a la Argentina, ya treintañero, con su primo Giorgio Cavalero. Compra otras fracciones del campo "Santa Margarita", cerca de donde iban a estar los Ramonda, y ya asentado, regresa a Italia a buscar a su prometida, Catterina Marino. Se casan en 1898 en Montemale di Cuneo, posiblemente lugar de residencia de los Marino y a los pocos días, aunque en diferentes barcos, emprenden el viaje a la Argentina. Como todos los inmigrantes, Federico era muy esforzado y trabajador llegando a tener un buen campo, pero su mujer no se adaptó a su nueva realidad. Era una persona muy triste y lloraba mucho, entendible ya que dejó a su familia en Italia siendo muy joven y nunca volvió. Imelda Ramonda, llegó a conocerla, y cuenta que vivía atormentada por miedo a los “malones”. Aunque a comienzos del siglo XX, ya hacía muchos años que no ocurrían “malones”, lo que sí había eran “bandidos rurales”, grupos de gauchos que asaltaban los campos de los “gringos”, pero no era una cosa muy frecuente.
El hecho de que los Ramonda y los Cucchietti vivieran tan cerca, tuvo una circunstancia importante en nuestras vidas, ya que dos de sus hijos, Alejandro e Irmina, entre medio de alambrados y vacas se conocieron y se casaron. Tuvieron 5 hijos: Imelda, Ines, Vicente, Norma y Esther. Irmina y Alejandro heredaron la “Casa del campo” y en un comienzo la familia vivió allí. A mediados de los 50 compraron una casa en el pueblo, para facilitar la ida al colegio de los chicos y en donde la familia se instaló. Aunque vivió en el pueblo, buena parte de la niñez y adolescencia de Esther la pasó yendo y viniendo al campo.
Con la llegada de nuevas generaciones, los campos se fueron achicando y se hizo necesario un mejor aprovechamiento de lo que había. Los padres de Esther heredaron sólo fracciones de campo y lo que hicieron fue poner un tambo para producir leche. Aunque un tambo permitía el sostenimiento de una familia con un campo chico, era un trabajo muy sacrificado. A las vacas había que ordeñarlas dos veces, todos los días y en un comienzo el ordeñado de las vacas se hacía a mano, recién en los años 60 llegaron las máquinas ordeñadoras.
La vida en los campos en la primera mitad del siglo XX no era fácil. Los caminos eran de tierra, malos y mal mantenidos. El trabajo de campo y el transporte se hacía a caballo y recién en los años cuarenta empiezan a llegar los primeros tractores y automóviles. No había electricidad y el agua de pozo no era buena, por lo que las casas de campo tenían aljibes para juntar el agua de lluvia. Imelda alcanzó a vivir esos tiempos difíciles y me contó cómo era la vida. En las “casas de campo” se hacía todo: queso, manteca, chorizos, grasa para freír, pan, velas y jabón. Se usaban faroles a kerosén y se enfriaban las bebidas en el pozo de agua, la ropa se hacía a mano. Al pueblo se iba muy pocas veces, pero en ocasiones venían vendedores ambulantes, primero en carros tirados con caballos y luego en camiones. Algo típico de esos años eran las “esquinas al campo”, almacenes que también funcionaban cómo lugares de reunión y usualmente se ubicaban en los cruces de caminos, de allí su nombre. Con el tiempo llegaron la electricidad, mejores vehículos, la televisión y los teléfonos celulares que hicieron la vida más llevadera. Hoy, los cambios en los sistemas de producción agrícola han hecho que los tambos chicos desaparezcan, la gente se traslade a vivir al pueblo y la vida en los campos se abandone.